Thursday, September 15, 2005

Comienzo de Curso

Fue hace 12 años. Las clases de 8ºA y 8ºB del colegio Público Buenos Aires habían terminado lo que entonces se llamaba la E.G.B (Educación General Básica). Era la primera generación que había comenzado su escolaridad en el que todos conocíamos como “el colegio grande” (por oposición al “colegio chico” dedicado entonces a la educación pre-escolar, al “parvulitos”) y la que se había ganado el cariño del profesorado. Todavía hoy cuando me encuentro con alguno de mis maestros (Paulino, Gonzalo, Ángel, Paquita) me comentan que no se han olvidado de nosotros. Supongo que para ellos también fue gratificante encontrar a un grupo con ganas de aprender y con mucho potencial. A ellos también les reconozco su pasión por la docencia y les agradezco que nos educaran y nos domesticaran en un ambiente tranquilo y amable.

Llegó Septiembre y aquellos “yogurines”, los novatos, aterrizamos en la Vaguada de la Palma. Las ruedas del autobús de la línea 1-B respiraron de alibio cuando se abrieron las puertas y se liberaron de su carga a las puertas del Instituto. En él seguían las madres que iban a sus trabajos.

Colas a las puertas.Llegaba el momento de buscar tu nombre entre los listados de aulas, cursos y grupos con la esperanza de que tu mejor amigo también estuviera en ella. Ahí vino la primera desilusión. La primera torta que nos daba la nueva vida.

Con tus nuevos compañeros, en la nueva clase buscabas un lugar en el que sentarte. Ni muy cerca de la pizarra para evitar la cercanía al profesor o la etiqueta de “pelota”, ni muy lejos para no ser confundido con la soldadesca gamberra de fondo de aula. In medio virtus. Entre un muestrario de caras de susto, de desinterés, de sueño y desconfianza el tutor se esmeraba por arrebatarnos de un plumazo lo poco que nos quedaba esa mañana de niñez recordándonos lo duro que iba a ser superar las clases, lo mucho que íbamos a tener que estudiar y esforzarnos. Lo difíciles que iban a ser los exámenes y cómo las puertas del infierno se abrirían si no consiguieras aprobarlos y sobre todo se esforzaba para hacernos entender que con él no podías contar, que no estaba allí para ayudarte,ni para ser tu amigo sino para que cogieras al vuelo sus infalibles enseñanzas y las plasmaras “bien presentadas y limpias” en el papel con membrete oficial que debía ser calificado con una nota.

En ese momento fui consciente de que empezó la criba. Sólo los más fuertes aguantarían la presión y saldrían adelante. ¿Selección natural?
Más bien lo contrario, porque los criterios de esa selección no eran objetivos, ni mucho menos genéticos, sino puramente clasistas. ¡¡¡Herejía!!! Sí, me repito…. CLASISTAS (según la RAE: Adj: partidario/a de las diferencias de clase o se comporta con fuerte conciencia de ellas.) Importaba de dónde vinieras y dónde vivieras. Los sobresalientes costaban más dependiendo de si venías de Buenos Aires o Lazarillo de Tormes que si lo hicieras de Sta. Catalina y del Sagrado Corazón. Los aprobados en caso de duda también caían siempre del mismo lado del río.

Al salir de las clases se formaban los típicos corrillos para contrastar con los amigos y los supervivientes de anteriores generaciones el listado de profesores con los que te iba a tocar lidiar el resto del curso. Se repetían los comentarios y los pronósticos, casi nunca optimistas: "¿Te ha tocado 'el jomeini' y la Marita?Ya la cagaste...", "prepara ya 2 por lo menos pá Septiembre...". A éstos se unían otros consejos finales sobre los bedeles, el jefe de estudios, los bocatas de tortilla de la cafetería...para terminar de sacarnos del letargo veraniego y terminar de integrarnos en el nuevo ambiente. Pasado el trago y una vez en casa ya no seríamos nunca más los mismos.

Sin embargo,y ya puestos a recordar es necesario realizar algunos agradecimientos. En primer lugar, gracias Mª Angeles, por esa voz serena y dulce, por las miradas cómplices y por ofrecernos esos momentos de amable tranquilidad. Gracias, don Antonio, por enseñarnos a saber leer, a descubrir las letras,a entender que 'el muecas' tiene trescientas rosas morenas guardadas en el callejón del gato mientras Max Estrella viene con el pez de sombra a merendar bajo el arbol de la ciencia.Gracias, Ramón, gracias Santos por hacernos pensar. Gracias Marita, por...por... no sé por qué pero seguro que buscando entre tu ego o entre los cuadros de tus faldas encuentras alguna razón para serte agradecido (quizá hacernos entender lo importante que era poderse permitir unas vacaciones en el Reino Unido).Gracias Victorino, por trascender de la rigided diédrica, cónica o caballera y enseñarnos a mirar y por el tiempo invertido en muchos de tus alumnos después de las clases. Gracias a todo el departamento de Historia e Historia del Arte, con vosotros aprendí que era mejor tirar vuestros apuntes a la basura y olvidar todo lo que nos dijísteis... Goya no es solo las fechas y los títulos de sus cuadros, hay PINTURA detrás, aunque vosotros no la veais.Gracias, a Marisa, mi amiga Marisa...gracias por enseñarme que en la vida hay gente que no merece la pena y que todavía olvida, a estas alturas, que un docente debe ser objetivo y respetuoso con los alumnos (consejo de un arisco:disfruta de la vida, quítate apegos, tolérate a ti misma).Gracias, al 'boss', el innominioso jefe de estudios... me da la risa, lo siento...De nuevo,gracias a todos.

Y para concluir quiero acordarme de todos los que pasamos por este centro, pero sobre todo de aquellos a los que como a nosotros, los niños de Buenos Aires, fuimos tratados injustamente, fuimos discriminados desde la dirección del Instituto y por ciertos profesores que nos prejuzgaron por nuestros orígenes antes que por nuestras capacidades. Quiero acordarme de todos aquellos que no tuvieron más salida que cambiar de centro, porque no cumplían los criterios elitistas prefijados y no merecían recibir una atención adaptada a sus necesidades. Era más cómodo invitarles a salir o hacerles repetir con una sola asignatura antes que emborronar así las estadísticas de aprobados en selectividad. Mi recuerdo también para todos aquellos que os hicieron sentir incapaces de aprender pero que ahora disfrutáis de vuestros títulos universitarios obtenidos con brillantez o sois unos dignos trabajadores, para aquellos que vieron como el año académico les pasaba por encima, les arrollaba y y el sitema les desbordaba sin darles una segunda oportunidad. Y por supuesto, para todos los que tuvieron que trasladarse más lejos, levantarse más temprano y conformarse con unas instalaciones en peor estado porque alguien decidió que sus colegios de procedencia no eran lo suficientemente convenientes para poder pertenecer al ámbito de la Vaguada. La democracia permite estas cosas... No me extiendo más. Un saludo a todos.
Un superviviente.